jueves, 3 de noviembre de 2011

NANDE KUOM. Capítulo 7. Clase de boxeo - Sarah Degel

A la mañana siguiente, Paula se levanta antes de que Álex se despierte y apaga el despertador para que no suene, prepara el desayuno y lo lleva a la cama en una bandejita.
-       No tienes por qué molestarte tanto – dice Álex sonriente, el color ha vuelto a su cara y las ojeras son menos negras, Paula le ha sentado bien –. Gracias –. Álex tira de Paula hacia él y la besa.
Desayunan entre risas, Álex siente que vuelve a ser un poquito él en parte y Paula es la encargada de ello, quizás pueda olvidar todo.
-       Deberías irte a clase.
-       ¿No quieres venir tú también?
-       Es cierto que hoy me siento mejor, pero prefiero alejarme de la gente por unos días, lo entiendes, ¿verdad?
-       Claro, si quieres puedo quedarme contigo.
-       No, tú ve y tranquiliza a David.
-       Está bien.
-       Dúchate aquí si quieres.
Cuando Paula se marcha, Álex está lleno de energía, limpia y ordena toda la casa, baja la basura con los periódicos incluidos y hace la compra.
Cuando termina de todo eso, se ducha y se pone el chándal, le apetece salir a correr y despejarse. De repente, aparece otra vez, esa luz cegadora que parece que le parte el alma, cae al suelo del dolor, aparecen dos hombres, en un gimnasio, boxeando.
Cuando se recupera de la especie de visión, sabe lo que tiene que hacer, y ésta vez es consciente de ello, sabe que lo va a recordar. Saca su mochila, mete una toalla en ella y sale a correr. Enlaza una calle con otra, sabe que tiene un rumbo prefijado aunque ni él mismo sepa cuál es, simplemente se deja llevar. Un pequeño fogonazo le hace parar, cuando abre los ojos se encuentra ante un pequeño gimnasio.
Con la excusa de querer apuntarse al gimnasio, consigue entrar en una clase de prueba, la de boxeo está al fondo. Cuando abre las puertas, todos lo miran, incluso los dos tipos que combaten dentro del ring, es un círculo cerrado y no lo van a aceptar fácilmente, lo sabe aunque no sabe por qué lo sabe, pero lo sabe. Pasea por la sala en busca de los dos hombres de su visión hasta que descubre que son los dos que combaten en el ring. Álex se apostilla allí y mira mientras pelean, aunque nunca ha practicado este deporte no le resulta excesivamente complicado, estudia cada golpe, cada movimiento y cada punto flojo de cada uno de ellos.
Un rato más tarde, los dos hombres se giran hacia él.
-       Chico, ¿te apetece pelear? Somos los mejores boxeadores del gimnasio, tenemos algunos títulos y todo.
-       Bueno.
Álex se sube al ring.
-       ¿Prefieres contra mí o contra mi hermano?
Álex los mira por primera vez, no se había fijado lo parecidos que eran, de hecho, hasta podría jurar que eran gemelos.
Levanta los hombros para dar a entender que la decisión la tomen ellos. El menos corpulento es el que se presta para luchar con él.
-       Y si te quedas con ganas luego, puedes pelear conmigo también – dice el otro hermano riéndose.
-       Claro.
Los hermanos piden unos guantes que les presta alguien del gimnasio y da comienzo la pelea.
El hermano suelta el primer golpe que Álex esquiva sin problema alguno, lo cual hace que se le borre la sonrisita a su contrincante y suelta un izquierdazo inmediatamente, que de nuevo Álex esquiva, lo cual cabrea al hermano que se pone aun más serio y suelta un rasgón, un puñetazo que va directo al hígado de Álex el cual reduce el daño al estar en posición de defensa peek a boo. En ese instante, el contrincante muestra una medio sonrisa, momento que Álex aprovecha para  hacerle un gancho derecho seguido de uno izquierdo. En el gimnasio aplauden y vitorean, Álex no necesita mirar para saber que todos siguen el combate expectantes. El contrincante rabioso le lanza un izquierdazo que le da a Álex en toda la cara, pero se recompone rápidamente sin dar tiempo a su adversario de alejarse lo suficiente y suelta un espectacular crochet  donde su cuerpo al rotar parece estar realizando un delicado paso de baile, seguido de un combo de un-dos hasta que el hombre cae al suelo noqueado. El contrincante hace el amago de levantarse, pero su hermano lo para y se coloca ante Álex.
-       Es mi turno.
Todos vitorean a Álex excitados, que sonríe al escuchar el apodo que le han puesto en tan sólo unos minutos: Flash; por su rapidez al esquivar y dar los golpes.
Este hermano es más calmado y se limita a intentar cansar a Álex, así que es éste el que intenta dirigir el combate a su modo, con algún que otro derechazo; pero es con el rasgón donde logra desestabilizar a su contrincante. Se da cuenta de que es, a parte de más fuerte que su hermano, más listo y tarda más tiempo en noquearlo, pero finalmente lo consigue terminando con un gancho.
El público que se ha formado para tal evento lo aclama y hasta lo levantan en alto, cuando terminan y vuelven a sus ejercicios, regresa al ring, los hermanos siguen allí.
-       No nos esperábamos que fueras tan bueno chaval, parecías nuevo.
-       Y lo soy.
Los hermanos se ríen.
-       Hoy hemos perdido, pero la próxima vez no lo haremos, tenlo por seguro.
-       ¿Sabéis lo que sería emocionante de verdad?
-       ¿El qué?
Una sonrisa maliciosa se abre paso en la cara de Álex.
-       Una pelea a muerte entre vosotros dos, donde ninguno quedara vivo.
Los dos hermanos se miran entre ellos y lo miran a él, que ya está de espaldas y va a bajar del cuadrilátero.
-       Oh no, eres tú, ¿verdad?
Álex se gira tan sólo un segundo.
-       Los demonios vienen del infierno y al infierno han de volver.
Baja de la lona, coge su mochila y se marcha del gimnasio sonriendo.
Álex llega a casa y se ducha, mira su móvil, tiene un par de llamadas perdidas de Paula, la llama.
-       Hola, ¿qué tal el día Pau?
-       Me he pasado por tu casa hace un rato pero no estabas.
-       Ah sí, me he ido a correr un rato, me sentía con energías.
-       Me alegro de que estés mejor. David te envía saludos. ¿Mañana vendrás?
-       Creo que iré ya el lunes, total, esta semana ya se termina.
-       Vale, no te olvides de tus amigos eh, esperamos que nos llames.
-       Claro, cuídate.
Cuelga el teléfono y se sienta en el sofá haciendo un recuento de todo cuánto ha sucedido en los últimos días.
-       Todo es tan raro… pero tengo que ver dónde me lleva, igual cuando termine con el último, finaliza todo.
Una vez más, derrotado se echa a dormir.

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